viernes, 19 de abril de 2013

EL BORDADOR OLVIDADO (I). Publicado en la Revista Barandales 2013. Junta Pro Semana Santa. Zamora




Sepultura de D. Valentín Mireles Deza. Cementerio San Atilano. Zamora

 
El gran impulso que experimentó la Semana Santa a partir de la segunda mitad del siglo XX dejó en el olvido a muchos de los que la habían llevado al esplendor por la que se la conocía entonces. Mesas doradas de “ojos de buey”, faroles de hojalata y túnicas y mantos bordados a mano se retiraron en pro de una modernidad que no valoraba ya la estética decimonónica ni a sus artífices, muchos de ellos anónimos. Sin embargo Valentín Mireles fue uno de los que dejó vinculado su nombre para siempre a la Semana Santa mediante su pasión por el bordado en oro. Afortunadamente desde hace unos años se han puesto en valor sus obras conservadas, restaurándose y empleándose de nuevo en los desfiles procesionales.

Valentín Mireles Deza, hijo de Pedro Mireles y Ángela Deza, nace en al año 1833 en la localidad vallisoletana de Mota del Marqués, a escasos 25 Km. de la ciudad de Toro[1]. Desarrolló la carrera militar llegando a alcanzar la categoría de Comandante de Caballería y fue condecorado con varias cruces. Debió de establecerse en Zamora a muy temprana edad pues se le tuvo y consideró siempre como hijo de esta Ciudad […][2] donde  era respetado y querido por todos, especialmente por los niños que, a menudo, se le acercaban pidiéndole que les enseñara la onza, una moneda de oro con la efigie de Carlos III que siempre llevaba en uno de los bolsillos de su chaleco, fingiendo sorpresa como halago a su poseedor para así recibir algunos caramelos que también solía llevar el bueno de Mireles[3].

Desde muy joven se interesó por el mundo del bordado en oro aunque no se sabe de dónde le pudo venir la afición o dónde pudo adquirir los conocimientos para desarrollar tal compleja tarea en la que adquirió una destreza admirable que queda patente en sus numerosas y excelentes obras conservadas en la ciudad, […] ni el oro ni la plata ni la seda tenían secretos para él en cuanto se refiere a su aplicación en el bordado.[4] La importancia y calidad de sus trabajos queda de manifiesto en las crónicas de la visita que realizara Alfonso XII a la ciudad de Zamora en Septiembre de 1877 donde el Rey empleó un gran espacio de tiempo en esta visita,[…][5] recorriendo detenidamente las distintas estancias del Hospicio, hoy Parador de Turismo, donde le llamó especialmente la atención las prendas expuestas en la ropería, casullas y capas pluviales así como paños de distintos regimientos militares realizadas por las acogidas del Establecimiento […] [6] bajo la dirección de Mireles. Y es que parece ser que Mireles instruyó a las niñas acogidas en el Hospicio en el arte del bordado en oro y también a las señoritas de la buena sociedad zamorana, estableciendo una academia de bordado en la ciudad[7], donde se materializaron lo que debieron ser sus diseños y a las que suponemos debió de enseñar la técnica del bordado con hilo de oro, dedicándose a controlar y supervisar los trabajos, pues además su interés no era para nada lucrativo ya que donaba sus obras cobrando, en ocasiones, sólo el material empleado, 194 pesetas en el caso del manto de la Soledad.[8]

La grandeza de Mireles en lo que se refiere al bordado consiste en lograr piezas de gran calidad con una reducida cantidad de tipos de hilos de oro y los puntos más sencillos. A diferencia de cómo se hace en la actualidad, Mireles siempre bordó directamente sobre el terciopelo mezclando técnica plana y a realce, es decir, relleno de algodón para así proporcionar volumen a la pieza, y cartulina lisa, denominada así por tener el alma del dibujo en cartulina cubierta con hilo de oro de extremo a extremo. En el caso del bordado en oro, los hilos no atraviesan la tela para formar los dibujos sino que se van extendiendo sobre la superficie previamente tensada, y se van fijando mediante puntadas con hilo de seda amarillo para así fijar el de oro de forma invisible; la manera de disponer las puntadas o pasadas determinará el tipo de punto empleado. Mireles empleó fundamentalmente dos de estos puntos, el cetillo y la media onda tanto en técnica plana como a realce. La gran vistosidad de estas piezas se debe en parte a la acertada mezcla de estas tres técnicas de bordado.

Detalle de la mezcla de técnicas en el manto de Nuestra Madre


Mireles empleaba hilos de oro torzal, muestra, moteado, brizcado y liso. El hilo de oro en realidad se trata de un hilo de seda sobre el que se enrolla una lámina muy fina de plata con un baño de oro de 24 kt., denominado oro fino. El hilo más sencillo es el liso o camaraña a partir del cual se tejen el resto de tipos dotándolos de distintos grosores, brillos y formas que determinarán el uso dentro del bordado. Además empleó hojilla, canutillo y lentejuelas, éstos si fabricados exclusivamente en plata dorada. Característico en sus obras es el empleo del canutillo de oro en las estrechas grecas que enmarcan todas sus piezas y las lentejuelas en los nervios de los motivos vegetales.

Sorprende el hecho de que fuese ya una persona con renombre en la ciudad cuando Alfonso XII la visitara en 1877 y que no fuera hasta 1886 cuando realizara lo que parece ser su primer trabajo para la Semana Santa salido de su “taller”, el manto y saya que donara para la nueva imagen de la Soledad de la Congregación que Ramón Álvarez entregara ese mismo año y con él que seguramente debió de tratar para confeccionar las ropas en la medida adecuada. Se trata de un manto bordado profusamente en su contorno con motivos vegetales aparentemente caóticos pero con estudiado orden y simetría compuestos a base de grandes hojas de cardo que se entrelazan con tallos, hojas y flores, rematado con una estrecha cenefa exterior geométrica y que Mireles repite en todas sus obras con distintos motivos decorativos. La saya a juego se decora en los pies añadiéndose, en el centro de la composición, la corona con los tres clavos. Empleó aquí el bordado a realce en cardos y flores, el liso en las hojas y el de cartulina en los tallos, además del canutillo en la cenefa exterior y las lentejuelas para los nervios.

Postal antigua. Librería Religiosa de Jacinto González



[1] Registro Civil de Zamora, Tomo 58, p.175, Nº. 347, Sección 3ª.
[2] El Correo de Zamora, 17/05/1901.
[3] El Correo de Zamora, 10/06/1953.
[4] El Correo de Zamora, 10/04/1943.
[5] El Correo de Zamora, 27/05/1946.
[6]Ibídem.
[7] El Correo de Zamora, 10/04/1943.
[8] DELGADO DE CASTRO, L. F.: “La Soledad. Cien años”. Cofradía de Jesús Nazareno. Zamora, 1986.

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